Aún no existe una cura para la esclerosis múltiple, pero se está avanzando en la disminución del progreso de la forma más agresiva de la enfermedad, y los descubrimientos de la investigación siguen ofreciendo esperanza a los pacientes. Investigadores de la National Institutes of Health dieron a conocer los resultados de un estudio en el que se descubría que las personas infectadas por el virus de Epstein-Barr (VEB) tenían 32 veces más probabilidades de desarrollar esclerosis múltiple que las no infectadas.
El virus de Epstein-Barr, uno de los virus más comunes en el mundo, puede causar mononucleosis infecciosa y otras enfermedades. La conexión entre el VEB y la esclerosis múltiple es importante explica, según explica el doctor Fawad Yousuf, neurólogo de Marcus Neuroscience Institute, que forma parte de Baptist Health.
El estudio que indica la alta correlación entre el VEB y los pacientes con esclerosis múltiple demuestra los avances contra esta patología. Si se consigue una vacuna contra el VEB, se podrían disminuir los casos de esclerosis múltiple.
Ya hay múltiples terapias modificadoras de la enfermedad en fase de ensayo clínico que pueden ayudar en el proceso de remielinización, el proceso que restaura las vainas de mielina que protegen los nervios del sistema nervioso central.
Avances en la neuroimagen
Otros avances están permitiendo un diagnóstico más temprano de la esclerosis múltiple con el uso de técnicas de neuroimagen más nuevas y potentes que pueden detectar indicios metabólicos de la esclerosis múltiple en la materia blanca y gris del cerebro. Estos biomarcadores no son detectados por los protocolos de imagen estándar. Empezar antes el tratamiento con fármacos de inmunoterapia puede tener importantes beneficios. La esclerosis múltiple es la enfermedad neurológica discapacitante más común entre los adultos jóvenes, y los síntomas aparecen entre los 20 y los 40 años.
Los investigadores también están utilizando las resonancias magnéticas para estudiar la historia natural de la esclerosis múltiple y para ayudar a definir el mecanismo de acción y la causa de los efectos secundarios de las terapias modificadoras de la enfermedad, según los National Institutes of Health.
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